lunes, 5 de septiembre de 2016

CAPITULO III: Vida de pobre. (Ya me entendéis)

CAPITULO III: Vida de pobre. (Ya me entendéis)

Bueno, pues parece que no había llegado a la tierra de los salvajes... 
Al parecer había avanzado bastante, sí. Pero mi destino estaba más lejos de lo que yo creía.
Cualquiera se equivoca ¿No? (Sobre todo los enanos).

En fin, que continué mi marcha al día siguiente, tras levantarme e ir a vomitar porque... bueno... resulta que las bayas que me comí no eran comestibles y como es lógico mi cuerpo reaccionó.

Anduve durante varias horas, observando la naturaleza y maldiciéndome por haberme traído mis botas más caras, hechas en... bueno, da igual. Tampoco sabríais dónde ni quién es ese sastre tan mañoso (es un sastre que sólo confecciona productos exclusivos de materiales exóticos).

Sí, mis preciosas y nada baratas botas se habían manchado de barro, y me pesaban más a cada paso que daba porque se me acumulaba en las suelas y en los laterales. 

Estaba hambriento y la fatiga me ganó, así que me senté a descansar y canté una canción que me enseñó mi tutor cuando era pequeño.

                                  Cuando las lluvias cesen, y suene fuerte el mar.
                                  Cuando las flores crecen, y pase la Navidad.
                                  Como el sol, soy yo, un alma singular.
                                  Un corazón latente, por una aventura más.

Cada noche me dormía con esa canción, cada noche de mi bonita infancia esa canción era la llave al mundo de los sueños. Y cantándola me dormí.

Cuando desperté no tenía nada; ni mi mochila, ni mis utensilios, ni mis botas, ni mi ropa... nada.

Tenía un bulto en la cabeza que me sangraba y dolía a rabiar, y mi cuerpo estaba pesado. Entre el hambre, el frío, la humedad, los bichos, que me habían robado, que estaba perdido y las serpientes, me iba a morir. 

¿Sabéis de esa sensación de estar casi desnudo todo el tiempo? Bueno, en realidad sí la sabéis porque no tenéis dinero para comprar ropas buenas. Pues como vosotros me sentía yo. 

Echaba de menos mis comodidades, y me quise volver, pero no sabía el camino de vuelta, ni el de ida, ni nada...

La culpa es de aquel hombre que se creía aventurero con la mochila y sus historias de palabras melosas. Estúpido viejo....

En fin,  no iba a quedarme allí, así que anduve otro más hasta que mi cuerpo y mi mente dijeron basta, y caí inconsciente por una ladera, yendo a parar a los dioses saben dónde...

Por TURION EL AVENTURERO

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